Mi primer día

Son las cinco de la mañana, las calles aún no están puestas y la gente duerme. Ella no. Está cubierta por un edredón de plumas que la protege del frío y que impide que tirite, como de costumbre. Mira la hora y se sorprende, es demasiado tarde para acostarse y demasiado pronto para meterse en la ducha. Decide saltar al frío de su habitación y encenderse un cigarrillo sin tener en cuenta que diez caladas a esas horas borrarán cualquier marca de sueño. Pero ella no quiere dormir, prefiere mantenerse despierta, al fin y al cabo durmiendo se pierde el tiempo. Coge el libro que está sobre el escritorio, lo compró una tarde en una tienda de la capital. Ha estado tan ocupada que no ha podido comenzarlo y parece que esa madrugada tampoco empezará a leer. No quiere pasar página, prefiere centrarse en el título y crear su propia novela.
“El primer día”… ¿El primer día para qué?
Hay tantos primeros días…

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